El caballero recordó algo que Merlín le había dicho nada más llegar.
- Una vez dijisteis que me había puesto esta armadura porque tenía miedo.
- ¿No es eso verdad?- respondió Merlín.
- No, la llevaba para protegerme cuando iba a la batalla.
- Y temíais que os hirieran de gravedad o que os mataran- añadió Merlín.
- ¿Acaso no lo teme todo el mundo?
(Fragmento de “El caballero de la armadura oxidada”, de Robert Fisher)
Últimamente en sesión han surgido comentarios como “No le voy a decir cómo siento”, “No quiero que conozca esa parte de mi”, “Quiero protegerme”. Cuando hemos rascado para ver qué hay detrás hemos visto que con cierta frecuencia lo que esconden esos pensamientos es el miedo a mostrarnos vulnerables.
¿Qué es la vulnerabilidad?
Investigando sobre el tema me he topado con la etimología de la palabra, es decir, de dónde proviene. Me ha parecido precioso y muy ilustrativo. Viene del latín y está formado por vulnus (herida) y –abilis (posibilidad). Significa literalmente “posibilidad de ser herido”.
Crear un vínculo fuerte con otra persona pasa por abrirnos de verdad y compartir lo que nos gusta, lo que nos duele, lo que hemos vivido, lo que somos. Pero también implica exponernos y, de alguna forma, darle al otro el poder de herirnos. Cuando el miedo al sufrimiento es muy grande, puede que nos intentemos proteger con una coraza y callemos lo que pensamos, lo que sentimos y lo que queremos. Sin embargo, esa armadura no siempre nos ayuda. También puede mancarnos y no dejarnos disfrutar de lo que hay ahí fuera.
¿Qué no es la vulnerabilidad?
Los que trabajáis conmigo sabéis lo insistente que soy con lo importante que es ser cuidadosos con lo que nos decimos a nosotros mismos. Si todos los días me digo (o me dicen) que soy torpe, alta, inteligente o lo que sea, ese mensaje acaba calando de alguna forma, aunque a veces ni siquiera nos demos cuenta.
Parece que tenemos interiorizado que ser vulnerable es lo mismo que ser sensible, y ser sensible es lo mismo que ser débil. Pero no es así. Grabémonoslo a fuego. ¿Acaso hay una muestra de fortaleza y valentía más grande que mostrarnos tal cual somos?
Las palabras tienen mucha fuerza y un significado muy concreto. Prestemos atención a los matices y hablémonos bonito.
¿Y si alguien lo utiliza para hacerme daño?
Por supuesto nada nos garantiza que no vayamos a salir de ahí sin ningún rasguño. Ese riesgo es el precio a pagar por esa conexión tan especial.
No digo que haya que ir por ahí a pecho descubierto. Lo ideal es elegir con quién y en qué momento queremos mostrar esa parte de nosotros más privada. Decidir cómo hacerlo es una forma de cuidarnos y a la vez abrirnos a la posibilidad de conectar con otra persona de una forma más íntima. A las relaciones más profundas se llega a través del autoconocimiento propio y del otro. De confiar y mostrarnos.
A veces esto no sale de la forma que esperábamos. A veces herimos o nos hieren sin querer. Y a veces el otro puede decidir utilizarlo para hacernos daño.
En esas ocasiones podemos sentirnos dolidos, traicionados e incluso estúpidos por haber depositado nuestra confianza en alguien que ha hecho mal uso de ella. Por eso me parece importante recordar que esto habla del tipo de persona que es él, no nosotros. No somos débiles o menos valiosos por sufrir algo así.
Tenemos que entender que esta posibilidad forma parte de las relaciones. Mientras la herida esté abierta (o mal cerrada y recosida) es normal que no queramos o nos cueste volver a confiar. Y no es un fracaso, es una oportunidad para aprender, observar lo que ha ocurrido y elegir cómo nos gustaría hacerlo la próxima vez.
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1 comentario en «El miedo a la posibilidad de ser herido»
¿El precio a pagar? Yo sabía que nada es gratis pero que no lo sea ni una relación.