En los espacios terapéuticos sale mucho la palabra “fuerza” y “debilidad” como conceptos definitorios de la persona, como conceptos contrarios y absolutos: o soy débil o soy fuerte. El problema viene cuando no sabemos bien qué implica ser débil o fuerte, o cuando sí sabemos qué es pero tenemos un concepto erróneo de su significado. “fuerte es aquel que no tiene sentimientos negativos”, “fuerte es alguien a quien le da igual las cosas”, “alguien es fuerte cuando no se pone triste”… Qué definición tan rara y contraria a lo que se habla en terapia, ¿no?, ¿es posible controlar lo que sientes o no sentir directamente?
Recopilando algunas definiciones de personas en mi alrededor o hablándolo con algunos clientes, salieron diferentes definiciones de “qué es una persona débil”:
- Alguien que no es capaz de afrontar los problemas.
- Quien no tiene fuerza física.
- Alguien que mentalmente parece que no tiene fortalezas.
- Una persona que se resigna a no poder con algo sin intentarlo o que se deja guiar por las emociones y acaba evitando lo que le da miedo.
- Que pierde frente a los demás lo haga como lo haga.
- Alguien con demasiados problemas como para enfrentarse a todos y eso le hace débil de cara a los demás porque no va a responder como quisiera.
- Cuando crees que no puedes hacer algo y lo dejas pasar, no tirar pa´lante, sin perseverancia.
- Una persona que se deja manipular fácilmente.
- La debilidad y la fuerza depende del prisma con el que se mire.
- Es débil alguien que no es capaz de ver sus propias fortalezas, que se centra en lo malo
- Es débil una persona apagada.
- Es débil alguien que se falla a sí mismo.
Como puedes ver, hay muchas definiciones diferentes de debilidad, y me da la sensación que todas hacen referencia a aspectos más allá de la debilidad: hace referencia al miedo, a la incapacidad, a la impotencia, a la falta de límites, a las zonas de confort, a la vulnerabilidad… Creo que es más fácil manejar y entender las propias “debilidades” desde estos conceptos, desde áreas a trabajar y poder desarrollar, más que desde la resignación a la propia debilidad como algo que eres, ¿tú qué piensas?
Por otro lado, a raíz de esto ha aparecido la debilidad tras confiar en alguien, o más bien: “no voy a confiar en otros, haría que me viesen como alguien débil, sabrían cómo hacerme daño”. Es cierto, sabrían cómo hacerte daño pero, ¿Es por tu debilidad? ¿Todo aquel en el que confíes te hará daño? ¿Te verán débil o te verás débil?
Algunas respuestas que me han llegado a la pregunta de “¿después de confiar en otros eres débil?” son:
- Si has contado algo a la persona errónea, podrías ser débil porque sabe información tuya y podría usarla en tu contra. Pero si confías en alguien y le cuentas secretos y te ayudan y cuidan, no eres débil sino valiente por atreverte a contar.
- Si cuentas lo tuyo a otros y no lo cuidan eres débil por contarlo. Si lo cuidan y te apoyan no.
- No, te hace más vulnerable, pero no más débil.
- Más que debilidad es exposición.
- No eres débil pero si más vulnerable: que conozcan tus miedos, inseguridades… y te pueden hacer más daño. Más vulnerable, pero no más débil.
- No eres débil aunque puedas sentirte así
- Hay que ser selectivo a la hora de confiar. Si confías en las personas correcta no pienso que seas débil, sino valiente por abrirte y compartir tus emociones y problemas con los demás.
¿Hasta qué punto asumimos como nuestra la (falta de) responsabilidad del otro? ¿Por qué voy a ser débil o no en función de cómo el otro reaccione y se maneje?
Sí es cierto que, confiar en otros y comentar nuestras emociones, problemas, preocupaciones o cosas personales que son de valor para nosotros, nos van a hacer ser más vulnerables.
¿Qué es la vulnerabilidad? Es algo inherente a la persona por el hecho de ser, por existir, por sentir. Somos vulnerables desde el nacimiento. Nos exponemos a que el otro no nos cuide, o no cuide nuestras emociones, información o intimidad. Es por ello que necesitamos observar, identificar y trabajar en quien sí deposito mi confianza y vulnerabilidad y en quién no, pero no desde los extremos (confiar en todos vs no confiar en nadie), sino desde el encontrar el punto medio y poder cuidarme a mí y a mis relaciones.
Muchas veces, por malas experiencias (ya sean vividas o vistas), o por aprendizajes que nos han dicho desde pequeños, hemos asumido que, los demás nos pueden herir, que confiar me hace débil frente a otros, que depender me hace débil, y que mejor si solo dependo de mí o si no confío en nadie. ¿Hasta qué punto es esto funcional y hasta qué punto arrastra consigo una mochila de soledad, miedo y tristeza? ¿Hasta qué punto generalizo experiencias pasadas y me protejo de lo desconocido?
Yo me planteo cómo nos manejamos en nuestra relación con nosotros mismos, en cuánto rechazamos nuestra humanidad por vivir en un mundo que se está deshumanizando, y cuánta responsabilidad individual tenemos nosotros en ello, al menos en nuestro entorno.
¿Hasta qué punto quieres mantener estas dinámicas y aprendizajes? ¿Cuánto más quieres perpetuarlas en ti misma, en tu alrededor, o a tus hijos? ¿Cuánto capaz te ves de aceptar tu propia vulnerabilidad?